Hoy en día, la mayoría de las personas aspiran vivir más años, 60 años a más. Esto trae consigo un gran reto, preservar la calidad de vida y esto en líneas generales; es vivir de forma independiente preservando actividades básicas de la vida diaria (alimentación, aseo, vestirse, bañarse, caminar, ir al baño, la capacidad de trasladarse de la cama a una silla de ruedas o caminar).
La disminución o el deterioro de la función física surge en diferentes condiciones. Afecciones músculo esqueléticas, neurológicas, circulatorias o sensoriales y el propio envejecimiento que es un proceso natural puede conllevar a un deterioro o pérdida de las capacidades básicas.
La intervención de la terapia física tiene una alta evidencia científica de recuperar, preservar y mantener las actividades básicas de la vida diaria y por lo tanto mejorar la calidad de vida del paciente.
La primera parte de la intervención es la toma de decisiones identificando objetivos prácticos y relevantes para la vida diaria individualizando al paciente en conjunto con la familia y el terapeuta. El resto de las actividades terapéuticas se dividen en función corporal y estructural donde se fortalece la musculatura para preservarla marcha y el equilibrio previniendo de esta forma las caídas que tanta pérdida de la funcionalidad trae consigo (fracturas, dismovilidad, dolor crónico). Por otro lado, fortalecen las actividades motoras de precisión; estas actividades incrementan el nivel de circulación sanguínea y con ello la oxigenación muscular y cerebral con lo cual se obtiene una mejora de las capacidades cognitivas y de aprendizaje del paciente activando diferentes áreas del cerebro; estas capacidades son motoras, de lenguaje, aprendizaje y reaprendizaje.
Dra. Daniela Perez (Médico Geriatra)
